domingo, 7 de marzo de 2010

Ruy González de Clavijo, un Castellano en la Corte del Khan.

En el presente blog hemos tratado los grandes sucesos de la historia y a muchos de sus personajes. Hemos narrado infinidad de batallas protagonizadas por infinidad de personajes importantes como Napoleón, Iván El Terrible o Ricardo Corazón de León todos ellos personajes conocidos.

Inexplicablemente hay grandes gestas que quedan en el olvido, arrinconadas y que no son revividas por novelistas, pintores o cineastas quedando inmortalizados sus personajes por siempre jamás. La presente entrada pretende hacerse eco de una muy importante hazaña que ha quedado relegada a un inexplicable segundo plano histórico, quizás por que no consiguiese los frutos esperados (aunque sus integrantes fueron generosamente recompensados por la Corona) o quizás por que este maravilloso viaje haya quedado eclipsado por las aventuras de Marco Polo , el veneciano que cien años antes viajó a Asia, aunque no por ello la historia que nos atañe deja de ser menos interesante. En esta entrada hablaremos del viaje del embajador castellano Ruy González de Clavijo como Embajador de Enrique III hacia la Corte de Tamerlán.

¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a Enrique III a enviar una Embajada a la Corte de Samarcanda? El primero era la pujanza de los poderes musulmanes (los turcos están ya a las puertas de Constantinopla) y la posible ayuda de estos al debilitado y corrupto reino granadino. Además, otro motivo de preocupación era la situación de Asia tras la victoria de Tamerlán sobre los turcos en la Batalla de Ankara en 1402. El resultado de esta batalla dio al Imperio Timúrida el control de Asia desde el Mar Egeo hasta Nueva Dehli, lo que suponía el control de la Ruta de la Seda, llave del lucrativo comercio chino. Además el soberano mongol había dirigido una amistosa misiva e innumerables regalos a su homólogo castellano y había que corresponder tan noble gesto.

La embajada estaba compuesta por nuestro protagonista, Ruy González de Clavijo (que consignó todo lo que vio en su obra Embajada a Tamerlán), el militar Gómez de Salazar (muerto antes de ver las murallas de Samarcanda), el religioso fray Alonso Páez de Santa María y Mohamed Alcaxi, embajador mongol que volvía a su tierra. Partieron de Cádiz en mayo de 1403 e hicieron escala en diversos puertos italianos y griegos hasta llegar a Constantinopla, donde fueron recibidos por el Emperador Manuel II Paleólogo. Clavijo no guardará buen recuerdo de su estancia en tierras bizantinas, consignando en su obra las constantes intrigas que sacudían la corte imperial, aunque quedará maravillado por la multitud de Iglesias que albergaba la actual Estambul y también algunas de las curiosas reliquias que albergaban, como por ejemplo, la barba de Cristo.

Tras un naufragio en el Mar Negro, los castellanos atravesaron las actuales Turquía, Irán, Turkmenistán y Uzbekistán para llegar al Sur del Mar Caspio, donde se incorporarán a la mítica Ruta de la Seda. Clavijo y sus compañeros quedarán maravillados por el esplendor de las ciudades caravaneras, como vemos en su estancia en Tábriz, donde paseó por los atestados bazares donde se podían comprar especias, paños de sedas y afeites para las mujeres, que como señala iban "todas cubiertas con sávanas blancas, e ante los ojos, unas redes de sedas, prietas de cavellos; así van cerradas".
Aunque menos fantasioso que el relato de Marco Polo, Clavijo da rienda suelta a su fantasía al creer recorrer los ríos que recorren el Paraíso, el lugar donde se posó el Arca de Noé, el primer poblado que se fundó tras el Diluvio Universal, la tierra de las amazonas (a las que Clavijo atribuye conducirse por el rito Cristiano Ortodoxo) y ver animales nunca antes vistos para un hombre de su tiempo como la jirafa o el elefante. Y finalmente, Samarcanda.

A principios del S.XV, Samarcanda (en el actual Uzbekistán) era la capital de un vasto imperio y una ciudad cosmopolita que albergaba a mongoles, persas, griegos, armenios, turcos y árabes. Allí era donde residía Tamerlán cuando no se encontraba en campaña y donde se recibirían a los castellanos en cómodos ordos (herencia del pasado nómada de los amos mongoles) dotados de todas las comodidades para agasajar a los enviados castellanos. En uno de estos ordos fueron recibidos por Tamerlán, en todo momento cortés y atento con sus invitados.

El gran conquistador mongol distaba mucho de ser el gran guerrero que fue en el pasado. Cojo desde su juventud (y de ahí el nombre de Tamerlán, venido de la contracción de las palabras Timur Leng, literalmente, "Timur El Cojo"), Tamerlán estaba ahora prácticamente ciego a sus 68 años y tan débil que debía de ser transportado en un palanquín.
Durante los dos meses que estuvieron los castellanos en su Corte, Tamerlán se mostró amable con ellos y recogió con mucha alegría la misiva y los presentes que Enrique III le ofrecía. Luego de recibir los presentes, marchó para ponerse al frente de su Ejército para conquistar China, emulando a Gengis Khan del que decía descender.

Finalizada su misión y con Tamerlán a punto de desencadenar una guerra contra China, los castellanos volvieron a su patria. Sin embargo el viaje se tornaría bastante azaroso al morir Tamerlán en 1405 justo cuando preparaba la campaña china.
Gran militar pero pésimo estadista, la obra de Tamerlán fue incapaz de sobrevivirle pues el Khan fue incapaz de dotarla de unas instituciones políticas que le diesen fuerza. Esto provocó que los hijos de Tamerlán se enzarzasen en una serie de luchas fratricidas mientras los pueblos sometidos por los mongoles se rebelaban contra el dominio de Samarcanda. Fue un viaje accidentado y lleno de peripecias, pero finalmente, el 24 de marzo de 1406, Clavijo y sus compañeros dieron cuenta a Enrique III de los pormenores de su Embajada, lo que les hizo ganarse el favor real y recibir numerosas mercedes.

Los acuerdos obtenidos por Clavijo quedaron en nada con la muerte de Tamerlán y el paulatino debilitamiento de su imperio; sin embargo, el viaje del que muchos llaman el Marco Polo castellano es uno de los episodios más desconocidos y más fascinantes de la Historia medieval española.

FUENTE: Viaje a Samarcanda. El otro Descubrimiento en "Historia de Iberia Vieja" nº20 pp 82-87